Los
individuos que sufren este tipo de trastorno de la personalidad
suelen resistirse a las demandas de desempeño adecuado, tanto en el
trabajo como en su vida social.
A
pesar que tienen la capacidad de comportarse de manera más efectiva,
sabotean sus logros por medio de la dilatación, la ineficacia
intencional, la obstinación y el olvido.
Como su nombre lo sugiere, las personalidades pasivas – agresivas se resienten por las demandas que se les hacen, pero en lugar de expresar estos sentimientos de manera directa, reflejan su enojo por medio de la resistencia pasiva y el impedimento del logro de los objetivos.
Por ejemplo, si un supervisor le pide a una persona pasiva – agresiva (empleado), que le haga un informe complejo para el día siguiente en la mañana, es más probable que extravíe algunos de los datos que se necesitan, en lugar de decir a su supervisor en forma directa que su petición no es razonable.
El comportamiento de un individuo pasivo – agresivo se puede comparar con una situación que suele encontrarse en la crianza de los hijos. El niño lleva a los padres hasta el límite del control y después retrocede a tiempo para evitar el regaño.
Al igual que el niño, el individuo pasivo – agresivo es en extremo sensible a los límites de los demás y llega hasta éstos pero no los traspasa.
Los mecanismos de afrontamiento pasivos – agresivos por lo general no son una forma efectiva de vivir, pero los individuos de este tipo, parecen no darse cuenta de que su propio comportamiento contribuye a hacer las situaciones más difíciles.
Como su nombre lo sugiere, las personalidades pasivas – agresivas se resienten por las demandas que se les hacen, pero en lugar de expresar estos sentimientos de manera directa, reflejan su enojo por medio de la resistencia pasiva y el impedimento del logro de los objetivos.
Por ejemplo, si un supervisor le pide a una persona pasiva – agresiva (empleado), que le haga un informe complejo para el día siguiente en la mañana, es más probable que extravíe algunos de los datos que se necesitan, en lugar de decir a su supervisor en forma directa que su petición no es razonable.
El comportamiento de un individuo pasivo – agresivo se puede comparar con una situación que suele encontrarse en la crianza de los hijos. El niño lleva a los padres hasta el límite del control y después retrocede a tiempo para evitar el regaño.
Al igual que el niño, el individuo pasivo – agresivo es en extremo sensible a los límites de los demás y llega hasta éstos pero no los traspasa.
Los mecanismos de afrontamiento pasivos – agresivos por lo general no son una forma efectiva de vivir, pero los individuos de este tipo, parecen no darse cuenta de que su propio comportamiento contribuye a hacer las situaciones más difíciles.
Rasgos
clínicos del trastorno de la personalidad pasiva – agresiva
Una persona que tiene varias de esta características se puede considerar que padece un trastorno de la personalidad pasiva – agresiva.
Una persona que tiene varias de esta características se puede considerar que padece un trastorno de la personalidad pasiva – agresiva.
- Demora la realización de las tareas rutinarias que necesita llevar a cabo, en especial aquéllas que alguien más solicita.
- Se enoja, irrita o discute cuando alguien le pide que haga algo que no quiere realizar.
- Parece trabajar con mayor lentitud en forma deliberada o no hace un buen trabajo cuando se trata de tareas que no quiere realizar.
- Protesta, sin justificación alguna, porque otras hacen peticiones irracionales.
- Evita las obligaciones al aducir que se le olvidan.
- No cumple con su parte del trabajo y así obstaculiza los esfuerzos de los demás.
- Critica o desprecia a las personas que ocupan posiciones de poder en un grado irracional
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